06 de septiembre de 2023
Auserón ya había hecho un cambio radical con Juan Perro, cuando, como una “especie de aullido a la cara de la industria cultural”, renegó del mainstream y terminó con Radio Futura para emprender una fase de experimentación musical y rebeldía. Le duró 30 años. Hoy elige “relajar un poco las cosas”.
Vicenç Solsona, en guitarra; Isaac Coll, en bajo; Gabriel Amargant, en saxo y clarinete y Pere Foved, en batería, componen la banda con la que el zaragozano aprende un poco más cada día. Porque el aprendizaje, sea musical, literario o filosófico, es su “gran pasión”.
Juan Perro cuelga las botas después de 30 años y Santiago Auserón vuelve a reinventarse. En tus redes sociales hablas de una pelea por hacer un rock hispano, con una banda de calidad, de un mercado musical en el que las decisiones las toman la industria discográfica y los medios de comunicación para que prime el negocio por sobre el arte. ¿Qué tanto influyó en tu decisión de volver a ser Santiago Auserón tal contexto y qué tanto influyó el ansia propia de renovación artística y de constante aprendizaje que te caracterizan?
La razón fundamental del cambio del nombre responde, como dices, a una inquietud de vocación esencialmente artística. Llegado un punto, he sentido que el proyecto Juan Perro estaba ya, sino concluido, suficientemente logrado, en el sentido de que Juan Perro significaba para mí la búsqueda de las músicas fronterizas entre lo hispano y lo latinoamericano, prestando especial atención al son oriental de Cuba, y, a partir de ahí la conexión con la tradición afroamericana: el blues, el jazz, el soul, el rock, el blues y sus derivados. Esto representa una especie de cazuela de estilos que hay que cocinar lentos, para darles una textura y un sabor. No he tenido prisa en esa aproximación pero ha llegado un momento en el que me ha parecido, sobre todo gracias al trabajo con la banda con la que ya llevo unos cuantos años, que el diálogo entre la música tradicional hispana y las músicas del nuevo mundo, en nuestra lengua, se produce de manera natural. Entonces tuve la sensación de que la máscara de Juan Perro ya había cumplido su cometido. Y lo mandé a hacer el Camino de Santiago… a ver si te lo encuentras por ahí. Por otro lado, Juan Perro ha sido una especie de aullido a la cara de la industria cultural; un gesto de rebeldía de 30 años después de Radio Futura. Creí que convenía ahora relajar un poco las cosas y trabajar con mi nombre de pila pero dándole un nombre al proyecto nuevo, un nombre que tenga un sentido particular: para mí la relación con los compañeros que tocan en la banda es instructiva todo el rato, ellos son profesores de alto nivel y son mi escuela de música. Me obligan a hacer mi solfeíto y cuando les canto una frase me dicen “no, escríbela” (risas). Para mí es una academia, y como desde que tenía 15 años hasta la universidad siempre fui un estudiante nocturno, en mí sigue la idea de aprendizaje nocturno.
Bregas por una “comunicación sin mediaciones”. Obvio que tienes un público cautivo y herramientas para expresarte como pueden ser las redes sociales. Así y todo, el renegar del mainstream, ¿qué tanto te resta en la promoción de tu música?
Ese es mi riesgo. Yo no tengo inconveniente en hacerme mundialmente famoso y hacer fortuna (risas), pero siempre y cuando sea por el camino que creo que debo hacer y el compromiso artístico sea prioritario, la pasión por la búsqueda de formas musicales y poéticas sea la vía, indique el camino. Si por ahí viene una buena brisa para navegar y la suerte trae muchos conciertos y muchas descargas digitales, pues maravilloso. Soy consciente de que es muy difícil que sea así, porque el mercado tiende a generar en las mayorías, en la cultura de masas, una respuesta automatizada a los estímulos más simples, tiende a simplificar la reacción de la escucha, y a no permitir la reflexión y la elaboración artística a largo plazo. Se tiende a un atontamiento en el consumo, no estoy exento, soy como cualquier hijo de vecino, pero en lo que respecta a mi oficio, peleo, asumo el riesgo de la pelea con gusto y con alegría, no con resentimiento. Asumo el reto de la pelea por hacer que el arte tenga sentido y que el que tenga a bien escuchar mis canciones o ir a mis conciertos note un cariño especial en la elaboración del pan. También ten en cuenta que yo me dedico desde hace mucho a ese doble oficio de la música y la reflexión, de las letras y de la reflexión filosófica como estudiante. Avanzar como filósofo, músico y literato solo se puede hacer con mucha humildad y mucha paciencia. Con una actitud de que me voy a pasar la vida siendo aprendiz y luchando por aprender un poquito cada año. Sigo teniendo dificultades para todo, para mantener la voz con el paso de la edad, para tocar la guitarra con mis compañeros que son unos tocones, todo eso me exige ensayar a diario. Tengo que estar muy pendiente. Igual, con 69 años, tengo la sensación de que mis canciones van mejorando y que mi interpretación tanto vocal como musical es un poquito mejor cada temporada. Y para mí eso ya es una grandísima alegría.
Antes hablábamos de la reinvención, serás consciente de que hay músicos de tu generación que en cada show cantan las mismas canciones de hace 40 años. Ya sé que en tu caso es imposible, pero te habrán propuesto más que una vez volver como Radio Futura…
Llegó a haber propuestas casi obscenas, como un cheque en blanco para llenar el Bernabéu. ¿Sabes? Hubiera sido natural y humano aprovechar la trayectoria y el trabajo que hemos hecho nosotros mismos. Pero con el fallecimiento de Enrique Sierra se nos puso la cosa muy amarga. Revivir aquello por puro negocio… Imposible. Antes de que Enrique se pusiera terminal, Enrique, Luis y yo hablamos y dijimos “bueno, cada uno está haciendo sus cosas, pero si en algún momento nos cuadrara…”. Pero mientras haya energía por qué no emplearla en algo nuevo. Radio Futura es una entidad social que tiene su prestigio, y para qué vamos a estropearlo.
Enrrevista de Laura Lunardelli para el periódico La Región.